Es imposible mencionar la historia del imperio otomano sin referirnos a Val el empleador, un personaje tan aterrador como enigmático. La vida de este sanguinario ha estado plagada de mitos qué nos fueron alejando de su verdadera naturaleza. Durante décadas en una ciudad de Rumania ( Curtea de Arge), se destruía con el tiempo los últimos elementos de un pasaje horrible de la humanidad porque en lo lo más empinado de un acantilado resguardada por 1500 escalones estaban las ruinas de aquello que otrora fue refugio para uno de los «asesinos en serie» más sádicos que podamos haber conocido. Descansando en silencio se encontraban las paredes que escondieron los gritos de horror testimonio de las víctimas sacrificados por Val el empalador.
Val estuvo reinando tres veces, siempre dejando claro que uno de sus mayores enemigos eran los turcos quienes avanzaban en sus conquistas. Se cuenta que una de sus primeras demostraciones de maldad ocurrió en una cena donde sirvió comida envenenada para ver luego con placer el sufrimiento de los comensales. En una cruel batalla con sus enemigos de siempre y mientras huía dejaría sorprendido a los turcos cuando dejaría detrás, para sorpresa de todos, una escena devastadora, 23 844 víctimas fueron empaladas. Corría 1462 y su crueldad no frenaba el ímpetu de conquista de los turcos.
Más de 20 años antes, su padre junto a él y su hermano habían caído prisioneros de los turcos en las cercanías de transilvania y aunque su padre fue liberado, ellos quedaron bajo la custodia del imperio que juró tratarlos y educarlos bajo las reglas turcas. Para Val, no así para su hermano, esto fue una humillación aún cuando estuvieron siempre junto a los príncipes turcos, entrenando y viviendo con ellos. Recibieron una educación exquisita dentro de la corte pero su odio crecía cada día hacia quiénes le decían hermano y lo mantenían en cautiverio.
Aunque la leyenda sitúa al dracula de novela en transilvania e incluso las visitas y negocios recientes del rey Carlos III lo han reafirmando al propiciar un turismo a la región, lo cierto es que Val Dracula, estableció su residencia en un lugar más apartado para protegerse de sus enemigos quienes terminaron derrotando su poderío.
La historia que ha llegado a nuestros días tiene todo tipo de tergiversaciones quizás porque los vencedores así lo han querido, por muchos años ni el imperio otomano, ni la vida de Val el empalador se consideraron temas fundamentales de estudio. El parecido físico entre el rey Carlis III y Val dracula es increíble, ahora que resurgen los grabados; tantas extrañas coincidencias nos provocan pensar si esta manera de esconder los acontecimientos no tuvo un objetivo mayor y más macabro que el olvido o la estrategia casi infantil de un vencedor que prefiere exaltar sus triunfos. Esperamos que los libros nos cuenten más sobre la verdad oculta que nos corresponde saber.