Mientras buscamos respuestas en la lúgubre sala con incómodas sillas en la sala de estar de un consultorio donde sin reparo ni pudor manchan tu nombre con el sudor de tu cuerpo débil por el estrés, tú estas buscando discreción, compasión y ellos van hurgando sin piedad en tu billetera. Te vas autedestruyendo pensando en todo aquello que aún no has podido hacer, las sonrisas y los amores inconclusos, decisiones que hoy te parecen necesarias y ayer podían esperar porque quedaba tiempo. Solo quieres vivir y disfrutar más que nunca, ahora estas con la energía para soñar y vivir.
Tu pensamiento está muy lejos, los secretos para recomponer nuestro mecanismo dañado han sido muy bien guardados, las tradiciones han quedado entre las páginas amarillas de cualquier casa de abuela o cajón para donar y si alguien se acerca con un remedio lo deshechas porque nadie conoce más que tu doctor, así sea tu madre que te ha estado protegiendo toda la vida. En estos casos esos viejos métodos no deben funcionar, así te acostumbraste a pensar.
Tus ataduras a los nuevos métodos te impiden pensar en lo importante que es para esa gran industria tu debilidad física sólo quieres pensar en los que han tenido éxito con los experimentos recientes porque aquellos que ya no están no pueden contar su dolor. Ese pensamiento, ese miedo y esa debilidad nos convierte en esclavos obedientes esperando una esperanza inalcanzable no sólo por las inmensas trabas científicas sino por los innumerables obstáculos creados para no llegar a ello, consultas médicas interminables, exámenes que van acompañados de radiaciones y efectos secundarios no específicos, costosos tratamientos, pérdidas personales y la constante duda que pesa sobre nuestras cabezas sobre los seguros y las autorizaciones.
A unos pasos de estos macabros mecanismos la naturaleza tiene soluciones, el miedo y la desesperación nos ciega y el alivio lo rechazamos. Hay muchos ejemplos a nuestro alrededor pero la costumbre de creer y buscar respuestas de manos de nuestros carceleros nos impide mirar a nuestras manos y escuchar al corazón. Las puertas están abiertas y nuestros instintos permanecen cerrados. La historia tiene mucho para contarnos, la sabia naturaleza espera impaciente por nuestras preguntas. Volvamos a nuestras raíces y rescatemos la felicidad de vivir.